La Valencia que encontraron los musulmanes era una ciudad decadente, la población iba mermando y reduciendo su extensión, aunque conservaba a grandes rasgos, su trazado original. La urbe fue arrasada por Abd al-Raman I en el 778-779, por haber participado en una sublevación.


Abd al-Allah, hijo de Abd al-Raman, durante su gobierno hizo mejoras en la ciudad sin cambiar su forma urbanística con la excepción de que construyó a las afueras de la ciudad una finca de recreo llamada la Russafa a semejanza de las Russafas (jardines) Persas, nombre que ha llegado hasta nuestros días. En aquella época la ciudad había pasado a llamarse Balansiya, nombre que resultó de la evolución del nombre latino Valentia. Las fuentes escritas y arqueológicas de esta época son muy pocas, de lo que se deduce la escasa relevancia de la ciudad en ese momento.


En el 1011 Mubarak y Muzaffar se hicieron con el poder de la Taifa de Valencia y a fuerza de impuestos consiguieron hacer reformas y mejoras urbanísticas, pero en el año 1021, después de una revuelta popular, ascendió al trono Abd al-Aziz ibn Abi Amir (nieto de Almanzor) con quien la ciudad vivió una etapa de esplendor. Se superó la expansión geográfica romana por el desarrollo demográfico y se construyeron unas nuevas murallas, convirtiendo así, a la ciudad, en la plaza más fuerte de Al-Andalus.


La muerte de Abd al-Aziz en 1061, seguida de un periodo de inestabilidad, propició la conquista de Valencia por parte del Cid, en el año 1094 hasta que, ocho años después, la presión de los Almorávides obligó a Alfonso VI a evacuar la ciudad, incendiándola en su retirada. Así, Valencia pasó a formar parte del imperio Almorávide, hasta que los beréberes de la zona del Atlas, llamados Almohades, en el 1145, los sustituyen en el gobierno. En el año 1238, después de cinco meses de asedio, la ciudad fue conquistada por Jaime I. Esto supuso el abandono de la ciudad por una parte de la población musulmana y permitió el asentamiento de familias cristianas, procedentes del norte, que realizaron grandes cambios en la sociedad, aportando sus costumbres y formas de vida, a una ciudad que tradicionalmente había convivido durante siglos con las tres religiones monoteístas y sus tradiciones.

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